Dar leche a un gato es el primer gran fallo de los humanos en cuanto a la alimentación felina. El reclamo publicitario está en nuestro subconsciente y es un gran error. Hay que desterrar la imagen mental de ese pequeño minino lamiendo felizmente su cuenco de leche: los gatos son intolerantes a la lactosa. Salvo en el periodo de lactancia, que como mucho se alargará hasta los dos meses después de nacer, deben prescindir de la leche por completo.
Aunque si por cuestiones de salud lo hacen, lo ideal es que la leche no contenga lactosa, de lo contrario, lo más normal es que sufran trastornos digestivos de diversa índole.
Dicen que la sal obstruye las arterias en las personas y en los gatos ocurre algo parecido. Si se toma en exceso, se acumula en el riñón y comienzan a aparecer problemas a la hora de drenar y eliminar líquidos. Un abuso de las comidas saladas también puede ser causa de hipertensión en el gato.
Los gatos no saborean como las personas. El dulce es un gusto que no disfrutan y que además es perjudicial para su metabolismo, por lo que es otro de los alimentos a esquivar. Nada de chocolates ni pasteles ya que les pueden causar desde vómitos hasta insuficiencias hepáticas, pérdidas de coordinación y letargos.
El chocolate tiene un capítulo aparte porque contiene una sustancia que se llama teobromina, muy tóxica para los animales llegando ser el alimento más prohibido para gatos y perros ya que su ingesta les puede acelerar el corazón, provocarle fallos graves en el organismo e incluso la muerte. Mucho cuidado con él.
Las uvas son muy perjudiciales porque, comiendo tan sólo una pequeña cantidad, puede afectarle directamente al riñón y derivar en una insuficiencia renal.
El aguacate es una fruta muy rica en grasa que hay que evitar porque incluso puede causarle una pancreatitis. Además, contiene persina, una sustancia fungicida anti-parásitos que es altamente tóxica para los gatos. Mientras que el ácido del limón le puede provocar dolores estomacales y el consiguiente malestar generalizado.
Las semillas, hojas y cáscaras de muchas otras frutas como ciruelas, caquis, melocotones, damascos… generan hidrógeno de cianuro, muy tóxico también para los gatos.
Nada de sushis, tartar de atún ni modernidades varias. Todo aquello que incluya pescado sin cocinar hay que obviarlo de la dieta felina. El pescado crudo carece de vitamina B, esencial para el organismo del gato, y su ausencia puede llegar a provocarle convulsiones e incluso el coma.
Además, no hay que olvidar que todo lo crudo, ya sea carne o pescado, puede contener bacterias. El pescado puede venir ‘acompañado’ por anisakis, un parásito nematodo que puede producir lesiones en el aparato digestivo.
El gato no digiere correctamente este tipo de alimentos. Su estómago es muy sensible y todo ingrediente graso como los frutos secos o cualquier tipo de frito es muy perjudicial para él. Las consecuencias pueden ser diversas con el abuso de este tipo de alimentación, desde diarreas hasta fallos renales.
Las verduras no siempre son buenas, al menos para nuestros compañeros de vida. Existe una sustancia llamada tiosulfato, presente en ciertas verduras como el ajo, la cebolla, el puerro, la cebollina, la chalota… que destruye los glóbulos rojos de la sangre del animal y les puede provocar anemia.
El mejor consejo es evitar ‘premiar’ a las mascotas con las sobras de nuestras comidas ya que estos ingredientes están presentes en gran parte de la dieta humana.
La dieta de los perros no contiene los nutrientes necesarios para los gatos. Aunque no es mortal de necesidad si un día el gato come del plato de su hermano canino, a la larga podría presentar carencias nutricionales importantes porque los gatos necesitan proteínas, grasas y taurina, sustancias que los piensos perrunos no incluyen normalmente.
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