Literalmente, la “Joya blanca” de Tailandia, el Khao Manee es muy difícil de encontrar así como misterioso, a pesar de ser una raza antigua a la que se hace referencia en obras del siglo XIV. Se le considera todo un amuleto viviente, antiguamente reservado a la realeza del Siam. Su nombre se debe a lo inmaculado de su manto blanco, pero también a sus ojos brillantes que recuerdan a piedras preciosas, idealmente de colores impares.
Es esbelto, atlético y equilibrado, con una silueta de tipo semi-forcing: el cuerpo del Khao Manee es filiforme y espigado, muy flexible y con mucha finura, sin por ello llegar a parecerse en exceso al Siamés. Su pelo es corto, sedoso y blanco brillante, característica de la raza, y carece casi totalmente de subpelo. Su cabeza, en forma de corazón y sus mejillas, altas y prominentes, forman el marco perfecto para sus ojos que evocan a un par de diamantes.
El Tamra Maew, mítico poemario del siglo XIV sobre los gatos, mencionaba la existencia de gatos totalmente blancos y con ojos color Mercurio, lo que podría probar la antigüedad del Khao Manee, en aquel entonces llamado Khao Plort.
La leyenda cuenta que el rey del Siam, Chulalongkom (o Rama V), ocultó la existencia de este gato a los viajeros ingleses y franceses, ya que se trataba del amuleto nacional. En su lugar, presentó al Siamés como el gato de la realeza. De este modo, el Khao Manee permaneció confinado en el interior de las fronteras de Tailandia hasta 1999. Durante esa época, estaba en peligro de extinción, por lo que la especialista Colleen Freymouth importó los primeros ejemplares de la raza a Estados Unidos para iniciar un programa de cría y así preservar al Khao Manee.
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