El San Bernardo es un perro de montaña poderoso, robusto y dotado de una gran inteligencia. Tranquilo, cariñoso con los niños y leal, es un compañero de vida sin igual. Es protector y prudente con desconocidos, pero jamás agresivo. Sus aptitudes lo convierten en el perro de búsqueda y rescate por excelencia.
El San Bernardo es un perro vigoroso y musculoso, con un cráneo grande. El stop es marcado, y el hocico, corto y chato. Los ojos son medianos y de expresión amistosa. Las orejas son caídas. El tronco es poderoso, con extremidades fuertes. La cola es larga y pesada.
La reputación del San Bernardo como perro rescatista sigue siendo cierta de forma relativa, ya que actualmente se privilegian razas más ligeras para facilitar las operaciones en helicóptero.
El San Bernardo, de origen suizo, desciende de los antiguos molosoides asiáticos, específicamente del Mastín tibetano. La raza, tal y como la conocemos ahora, fue seleccionada por los monjes cenobitas del hospicio del Gran San Bernardo, de donde proviene su nombre. Los monjes utilizaban a este perro como guardián y para labores de rescate en la montaña. Así, estos canes acompañaban a los viajeros y buscaban a aquellos que se perdían en la nieve. Popularmente se cree que estos perros llevan un barril con brandi en el cuello para reanimar a las personas rescatadas, sin embargo, este mito tiene su origen en la Historia del arte. Fue el pintor inglés Edwin Landseer quien en 1831 inmortalizó en su pintura Mastines alpinos reanimando a un viajero en apuros a este noble perro con un barril al cuello, probablemente como un elemento decorativo. Además, también ayudó a popularizar el nombre de San Bernardo, ya que antes se les conocía simplemente como Mastines alpinos. El más célebre de estos perros fue Barry el Grande, quien durante el siglo XIV rescató a 40 personas en espacio de 10 años. El primer club de la raza fue creado en Suiza en 1884.
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